miércoles, noviembre 11, 2009

Olvido

Incipit vita nova, sí, entendemos que todas son Beatrice, a todas las vemos en un puente entre el ahora y el ahora, en cualquiera, y creemos, sabemos, ver la presencia elemental. Los latinos ya nos lo dijeron, inventar y descubrir son la misma cosa.
Las ciencias sutiles, enramadas del ser; el cauterio fatigoso del psicoanálisis; la negación misma, pura por insistencia, no logran disolver en la luz a aquellas reinas de ajedrez negro, adivinas del ver, seguras y perfumadas, de amaranto casi gules, nunca de carne; porque no son de carne, son de fuego, de agua, de sueño, mera forma amada en la memoria. Todo lo claro y el cisne, mas que la ceniza.
Simenon dejó la frase tutelar, y uno la ha repetido mucho: “toda familia esconde un cadáver en el armario”, todos tenemos ese fiambre en el ropero, prefiero desviar la vista hacia otras habitaciones; fobias y fetiches de quien, se dijo, perdió por la carne.
Unos historiadores apuntan que la civilización principia cuando en el neolítico o por ahí, se empieza a enterrar a los muertos. Ciertas supersticiones continúan inamovibles, acaso como ese viejo problema, sin solución, ni enmiendo.
Hay territorios en los que no es conveniente negociar, simplemente uno se desentiende, un beau geste, milagro modesto de la ausencia.
Todas las muchachas hicieron poesía, menos las poetisas. Fue Baudelaire quien lo dijo: “malas musas bestiales y profundas que dieron de beber agua de sueño a los grandes desvencijados”.
Reconociendo el acíbar en la alegría triste de no ser, en el estampado feliz y falso del vestido faldicorto, aludo a una, jirón de miseria con drapeados de ignorancia y autoestima, esa mendicidad de las mujeres que aun se creen guapas, y aun creen sus historias, o aquella otra, feliz sin armonía, que tenia un alma que se mordía las uñas, la de las curiosas manías gastronómicas, bayadera de algún almuerzo improvisado en un pequeño restaurante al que nunca volví.
De nada sirve culpar a la vida impulsiva, con suave naturalidad se pasa del enamoramiento cándido al crimen, final incomprensible, es que no por mucho matar se salva uno de morir.
Una vida bien usada hace que sea mas fácil aceptar que el barco zarpó, solo quedan las palabras, fragmentos destrozados del énfasis.
Secando lagrimas con las manos, ni pañuelo ni cosa alguna, solo han posado un momento en la mejilla abrasada, porque el llanto abrasa, y eso lo sabemos quienes todavía, a veces, conseguimos llorar de verdad.
¿Que se pierde cuando un amor se olvida?


“Siempre hay algo ridículo en las emociones de las personas que se ha dejado de querer.”
Oscar Wilde