jueves, febrero 09, 2006

sushi?

Hace ya unos meses que, mas para variar los gustos que para equilibrar la dieta, decidí comer pescado una vez por semana; yo que soy un carnívoro consuetudinario. Ayer fui a la pescadería que habitualmente me provee, estaba inusitadamente llena de gente y noté, como están cambiando los tipos de pescados y, sobre todo, los pedidos.

En este húmedo subtrópico en el que se ha transformado Buenos Aires, hay un montón de adoradores del pescado crudo. ¿Notaron como proliferan indiscriminadamente locales de sushi y sucedáneos?

Este país, que tiene una costa tremenda, nunca tuvo buena relación con el pescado, por lo menos en la capital, la mayoría de las personas de mi edad, solo han probado de modo corriente el filet de merluza ,a la romana, y con puré ( el abadejo y el congrio eran galleguismos del club español) ahora, como por arte de alguna rara magia oriental, están todos comiendo pescado crudo, diciendo cosas como sayimi ( o como cuernos se escriba), algunos me dicen con incuestionable orgullo, ser amigos de un sushiman, y un rosario de necedades del estilo que no estoy dispuesto a enumerar.

Supongo que no es más que una continuación de la pasión que despierta el código da vinci, el hinduismo, el budismo zen, la adoración al yoga, la aplicación del feng shui, la devoción por método pilates, la "revelación" de la new age y un largo etcétera. Es algo que está incluido en el combo de aspiraciones de clase media con ansias de crecimiento: la casa en el barrio cerrado (no country, ya fue) la preocupación por la seguridad, el tener el reglamentario plasma con jomtiater, la necesidad inaudita de polarizar los vidrios del auto y el pretender mostrase exitosos a costa de las 24 cuotas sin intereses.

Toda la vida le creí mucho a los hipócritas, uno es mas lo que quiere ser, que lo que realmente es. Todo lo que se hace para pretender ser, termina siendo; hasta que una minúscula fisura, casi imperceptible, hace que un hombre, a los cincuenta y pico de años, una mañana de invierno cualquiera, mientras lee La Nación, llore y se angustie, sin saber por que.

Mas allá, o mas acá, de las modas pasajeras, ¿sabrán adonde quieren ir?, ¿sabrán qué quieren realmente para si?; o todo es simplemente un dejarse llevar, intentando argumentar de la mejor manera que les es posible, a modo confirmatorio de la corriente. ¿Están tan interesados por la normalidad y por integrarse que ceden toda forma de singularidad?, ¿decidieron, acaso, cerrar la mente, el cuerpo y los bolsillos a su verdadera voluntad, a aquello que realmente desean?

No se…

1 Comments:

At 11:24 a. m., Blogger Griselda García said...

Querido E: Yo creo que no saben qué quieren, a dónde van. Mientras tanto se hace cualquier cosa con tal de tapar el vacío. ("What shall we do/ to fill the empty spaces...", la canción de Pink Floyd)
Qué aterrador y magnífico ese momento de llorar de angustia ante La Nación, no?

 

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